Balance de música clásica 2022: el año del regreso a los conciertos en vivo

El año arrancó con la sugerencia de uso de tapabocas y terminó con los músicos del Colón tocando en las escalinatas durante los festejos del Mundial de fútbol.

Fue el año de los regresos. O más bien, de “el” regreso. Posiblemente este 2022 será recordado como el año en que la música clásica –o cómo se quiera llamarla– volvió a su ritual primordial: el concierto en vivo. Efectivamente, en los últimos meses muchos volvieron a esa insustituible ceremonia de silencios y carraspeos;, a respirar el aire de la faena del artista ansioso de aplausos y sensible a las críticas, a coronar noches con comentarios más o menos destemplados en la cena del después. La temporada, que en marzo prudentemente prescribía el tapaboca, aunque sin limitaciones en los aforos, terminó en diciembre con los multitudinarios festejos del Mundial de fútbol en las calles y los músicos del Colón tocando en las escalinatas del Teatro. En el medio: ópera, conciertos sinfónicos y recitales. Músicas nuevas y las de siempre.

El Colón y el Centro Cultural Kirchner, con espíritus distintos, fueron epicentro de mucho de lo que sucedió en materia de “música clásica” en Buenos Aires. En el CCK, dentro de una programación musical que entre cierto extravío conceptual exageró con el homenaje como recurso -¿forma de conservadurismo?-, la música “académica” –así la llaman, todavía– tuvo muy buenos momentos. La política de “sustitución de importaciones”, obligada por presupuestos escasos en relación a los precios internacionales, impulsó propuestas muy interesantes. La Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto abordaron repertorios poco frecuentes y estrenos, en gran parte obra de compositores argentinos, con solistas, directores y directoras nacionales. Incluso algunas notables, como Natalia Salinas, que al frente de la Sinfónica Nacional, con el Coro Polifónico Nacional y el Coro Nacional de Niños, en noviembre recuperó el oratorio Turbae ad Passionem Gregorianam Op.43, de Alberto Ginastera, una obra que no se escuchaba en Buenos Aires desde hacía cuarenta años.

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